Con espíritu de superación dos pastores dan de comer a más de 40

La horita feliz” es literalmente eso. Un momento del sábado donde muchos chicos de Barrio Nuevo se acercan para poder tener
un plato de comida. Así se denomina, en la calle Piedra Buena, el
improvisado comedor comunitario que montaron, con muy pocos recursos,
Adriana y Horacio. Ellos son pastores evangélicos y en su hogar se les
da el almuerzo y la merienda a más de 40 niños del barrio y en época
de vacaciones han llegado a concurrir hasta 75 chicos, cuenta Adriana, feliz de atender a los más necesitados.


El matrimonio empezó de cero, en su pequeña vivienda, sin ollas y con
pocos utensilios de cocina, que no alcanzaban para preparar la comida
a tantos niños. Tampoco tiene recursos, el comedor funciona con la
colaboración de algunos vecinos, y así “se hace lo que se puede”.

Entre las vecinas juntan fideos, arroz, papas y preparan todo el
sábado desde muy temprano. Entrado el mediodía las risas y peleas de
los niños comienzan a hacerse escuchar. Ellos vienen a ver a “la
abuela” como la llaman a Adriana, porque es el momento de la horita
feliz. Quizás, el único día de la semana donde pueden disfrutar y
jugar con sus amiguitos del barrio. Para los chicos es “un escape”, la
pobreza y la indigencia de sus familias viene de la mano de muchos
problemas en los hogares, desde violencia familiar, alcoholismo,
drogas y prostitución. En el comedor no solo se les da el almuerzo y
la merienda
, también “se educa desde la palabra, por medio de
lecciones bíblicas
”, como las denominan Adriana y Horacio, pastores de
la pequeña iglesia. La higiene, el respeto, la reproducción sexual son
temas concurrentes en el lugar, Luego del almuerzo, los niños juegan,
dibujan y plasman sus sueños en afiches y collages.

También funciona un taller de pintura y la idea es dictar un curso de corte y
confección y un taller de alfabetización.
El lugar es chico pero los sueños y las ganas de ayudar son muy
grandes, la familia pretende agrandar el salón, pero la situación
actual no les permite contar con los recursos económicos para
concretar la ampliación. Si se destina la poca plata que hay para
concretar la construcción, el comedor debería dejar de funcionar por
un mes, y las prioridades de los chicos son más importantes que
cualquier obra, enfatiza Adriana.

En un principio las mesas donde almorzaban los pequeños se
improvisaban con las puertas de un ropero, que había que desarmar cada
sábado para que los chicos puedan comer. En julio de este año, Horacio
que es enfermero del hospital, se logró contactar con el “Club de
Leones”
que le brindó una mano muy grande. Les trajeron mesas y
caballetes, ropa, calzado y 120 litros de leche para los chicos.
Además para el día del niño, llegaron al barrio con un inflable y la
casa de Adriana se colmó de alegría y felicidad. Fue un momento muy
emotivo, “a veces mis chicos se dormían en la silla por la falta de
alimentación, verlos jugar y reír fue realmente muy emocionante


En “La horita feliz” cocinan lo que se consigue: albóndigas, fideos,
guisos. Todo es rico para los pequeños, ya que muchos almuerzan en los
comederos escolares y el fin de semana se quedan sin comer. Las
muchachas del comedor hacen hasta lo imposible para tener todo listo
el sábado al mediodía. La cocina esta rota, funcionan solo dos
hornallas y el horno casi no se puede prender
. Pero con poco se hace
mucho, dicen los pastores, y desde temprano las únicas dos hornallas
se turnan para cocinar el tuco y todos los alimentos. Por eso empiezan
con mucha anticipación. A veces con una sola olla se prepara comida
para 40 personas
. La hermana de Adriana, a pesar de padecer un
discapacidad colabora muchísimo y se ocupa de la atención de los niños
de más corta edad. El resto de la familia también presta su ayuda.

Los sábados el matrimonio recibe la visita de sus cuatro hijos y doce
nietos para esperar al resto de los niños que aguardan con ansias la
llegada del almuerzo. Los demás nietos postizos llegan alborotados y
con muchas ganas de ver a la abuela y al resto de la familia para
compartir un riquísimo almuerzo y una tarde entretenida colmada de
juegos, aprendizajes y sobre todo mucho cariño y contención.

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